Esta noche soñé que había habido una catástrofe y varios sobrevivientes estábamos refugiados en una casa vieja abandonada. Iba y venía mucha gente. Estábamos bien, felices de haber sobrevivido. ¿Qué significa sobrevivir?, me pregunté al despertar. ¿Es lo mismo que vivir?
Después de los quehaceres matinales (vestirme, desayunar, llevar a los nenes al colegio), me dispuse a caminar. De camino me crucé con una amiga que hace poco me contó que estaba embarazada. Desde ese día, cuando la veo, lo primero que pienso es en la vida que está gestando en su vientre. Una vez le dije que sentía que en ocasiones ser madre significaba conseguir que tus hijos sobrevivan, y ella se echó a reír. Todavía lo digo cuando salvo a uno de mis hijos de cruzar la calle cuando viene un coche o le saco algo de la boca con lo que podría ahogarse. ¿Qué significa sobrevivir? ¿Es lo mismo que vivir?
Me despedí de mi amiga embarazada justo antes de encontrarme con otra amiga que hace tiempo que no veo. Cuando le pregunté cómo estaba me contó que estaba en shock: el papá de una amiguita de su hija se había muerto mientras dormía. No se despertó, me dijo. La abracé. Nos abrazamos. Ninguna de las dos está exenta de que le pase algo así a su pareja, al papá de nuestros hijos. Esa certeza me angustia tanto como la muerte de ese hombre al que no conocía. Me acordé de una frase que Joan Didion repite mucho en su libro “El año del pensamiento mágico”: Te sientas a cenar. Y ya no estás. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba. En este caso, esa familia se había ido a dormir como cualquier noche y a la mañana siguiente, él ya no estaba. No se despertó.
Seguí mi camino hacia el río, acongojada, dándole vueltas al tema de la muerte repentina. ¿No es repentina toda muerte? Es cierto que cuando un familiar está enfermo, uno se va haciendo a la idea de lo que puede ocurrir. También pasa mucho en la vejez, en la ancianidad. Es como si la muerte estuviera presente en las conversaciones de la gente que llega a cierta edad. Pero no es un tema recurrente a los treinta o cuarenta años ¿O si? Mi marido suele hacer bromas con este tema. Dice que va a morir joven. A mí me genera angustia pensar en eso pero ya me acostumbré a su cuento y solo le respondo con una negación de cabeza, y le cambio de tema. No quiero que se muera aunque sepa que todos vamos a morir algún día.
Cuando llegué al túnel que da acceso al parque junto al río, me encontré cara a cara con un bebé sentado en una esquinita. No un bebé vivo. Un muñeco. De repente, sentí escalofríos. Parecía estar mirándome a los ojos. Tanto pensar en la vida y la muerte y ahí estaba ese bebé de plástico traído desde quién sabe dónde, atento a mis movimientos y a mis pensamientos. Le hice una foto. Cuando algo me genera una emoción tan fuerte, me provoca hacerle una foto. Se la mandé a mi marido. Un muñeco que representaba la vida más tierna, más infantil, más inicial y primeriza. ¿Qué es la vida?
Di mi paseo por el río como cada mañana, escuché los pajaritos cantar, crucé el puente de ida y de vuelta, saludé a los vecinos que siempre caminan a la misma hora que yo, acaricié perros ajenos y volví al túnel. La muñeca seguía ahí. La estaba mirando a los ojos cuando vi caer algo gris del tamaño de mi mano desde el techo. Hizo un ruido seco al chocar contra el suelo de cemento. Pensé que sería un pájaro muerto.
Arriba está la carretera. A veces, se cruzan y no sobreviven. Se movió. Me acerqué. Se giró. Me acerqué más. Era un conejito. Estaba vivo. Se fue hacia la pared y se quedó ahí temblando. Me acerqué despacio y le ofrecí mis manos por si quería subirse. Quería protegerlo. Había sobrevivido a la caída de tres metros pero no estaba muy segura de que sobreviviera a otros peligros. Lo acaricié. Dejó de temblar. Sentí que me miraba a los ojos. Nos quedamos así un ratito.
A los pocos minutos, entró un cuidador de jardines en su furgón, lo paré y le conté la historia. En ese momento el conejito se metió por un agujero. No sé muy bien adónde llega ese hueco pero espero que sea a su madriguera junto a su mamá, para que lo cuide como yo a mis hijos, que lo cuide después de haber sobrevivido a la caída, al susto de muerte que se habrá llevado.
¿Qué significa sobrevivir? ¿Es lo mismo que vivir?